miércoles, 29 de noviembre de 2023

ILEGAL DEL SUBMARIN SAN JUAN

 

Exclusivo: la Armada Argentina realizó inteligencia ilegal sobre el sistema de defensa británico en Malvinas

La documentación consta en la causa que investiga la desaparición del ARA San Juan. Esa tarea viola los tratados internacionales firmados por nuestro país tras la finalización del conflicto bélico

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El HMS Clyde, uno de los buques de guerra británicos espiados por la Armada Argentina
El HMS Clyde, uno de los buques de guerra británicos espiados por la Armada Argentina

La Armada Argentina (ARA) realizó inteligencia sobre potencias extranjeras, en este caso el Reino Unido. El dato surge de la documentación que ya fue aportada a la causa que instruye la jueza federal de Caleta Olivia, Marta Yáñez, y que tiene por objetivo conocer las razones y a los responsables de la desaparición del ARA San Juan el 15 de noviembre de 2017.

La información está contenida en los Mensaje Navales (MN) que el Comando de Fuerza de Submarinos (COFS), a cargo del entonces capitán de navío Claudio Villamide, un oficial de inteligencia, le enviaba al submarino durante la navegación de la que nunca regresó.

La Marina, por sí sola, no podría realizar este tipo de operaciones ya que lo tiene prohibido por la Ley de Inteligencia Nacional N° 25.520, ya que la Armada no pertenece al Sistema de Inteligencia Nacional. Solo lo podría realizar si la orden habría sido dada por la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar (DNIEM), que depende del Ministerio de Defensa, a cargo de Oscar Aguad. Un hecho que resultaría controvertido y que podría tener ribetes de escándalo diplomático, porque la Argentina estaría incumpliendo tratados internacionales firmados por nuestro país después de la Guerra del Atlántico Sur.

Los mensajes navales de Inteligencia

En esos documentos, hasta ahora desconocidos, el Comando de la Fuerza de Submarinos, a través de mensajes catalogados con el sello de "SECRETO", le trasmitió al buque de guerra las latitudes y longitudes en las cuales estaban posicionados los buques que consideraba de interés, como por ejemplo, los de la marina inglesa que patrullaban la "Zona Malvinas".
Así surge, por ejemplo, del mensaje naval "I 621" fechado el 12 de noviembre de 2017, a las 16:07, es decir tres días antes de desaparecer.
La "I" es la letra con la cual la Marina identifica un mensaje cuyo contenido pertenece el área de "INTELIGENCIA" naval.

Ese día, además de brindarle la posición de los buques pesqueros "de interés" aunque estén fuera de la zona económica exclusiva de nuestro país, se le informó al comandante del ARA San Juan, Pedro Martín Fernández que el buque británico HMS Clyde estaba "EN PUERTO ARGENTINO"; y que el HMS Protector, se encontraba, o uno presupone que estaba cuando fue producida la operación de inteligencia, en la posición "57 17S 037 40W".

Los mensajes de inteligencia que el ARA San Juan recibía desde desde el Comando de la Flota de Submarinos para realizar tareas de inteligencia
Los mensajes de inteligencia que el ARA San Juan recibía desde desde el Comando de la Flota de Submarinos para realizar tareas de inteligencia
infobae

Esto es a 280 km al sur de las Islas Georgias, en una posición que está en la ruta entre las bases británicas de la Antártida y el archipiélago de las Malvinas. Es decir, en una posición por demás alejada de la zona de navegación o de "patrulla" signada al ARA San Juan a través de su orden de operación, como Puerto Argentino.

Ahora que la tragedia que sufrió el submarino argentino sacó a la luz las tareas de la Armada sobre este buque y otros buques ingleses, obliga a recordar una historia reciente, ya acaso olvidada, y en parte, nunca contada.

El HMS Protector es un buque polar destinado todos los años al reabastecimiento de las bases antárticas británicas. Cuando se perdió contacto con el ARA San Juan, fue el primer buque extranjero que llegó a la zona y lideró la búsqueda los primeros días. Estuvo más de un mes afectado a la infructuosa tarea de rescate y búsqueda. A principios de diciembre volvió a Malvinas para reaprovisionarse y cambió de urgencia la tripulación, la cual fue transportada desde la base aérea militar Mount Pleasant de Malvinas a Ezeiza en un avión de transporte A-330 de la Real Fuerza Aérea.

Fue el primer vuelo directo de Malvinas a Ezeiza de un avión militar inglés desde 1982. El motivo de ese vuelo fue embarcar a esa tripulación del Protector en el vuelo diario regular de British Airways a Londres.

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Carta Naval del “Área Juliana”, la zona que debía patrullar el ARA San Juan antes de desaparecer. Desde ese lugar debía realizar inteligencia sobre los buques y la Fuerza Áerea de Reino Unido.
Carta Naval del “Área Juliana”, la zona que debía patrullar el ARA San Juan antes de desaparecer. Desde ese lugar debía realizar inteligencia sobre los buques y la Fuerza Áerea de Reino Unido.

El canciller Jorge Faurie otorgó todos los permisos de manera inmediata.
Las otras embarcaciones inglesas –que forman parte del sistema de defensa británico– mencionadas en los cinco documentos secretos a los que accedió Infobae y en la orden de operaciones donde figuran los objetivos en los que debía centrarse el agente de inteligencia Castillo, son el buque patrullero HMS Clyde, que cuenta con capacidad de llevar a bordo un helicóptero y dos lanchas rápidas; el FPV Protegat cuya misión es patrullar, monitorear e inspeccionar la flota pesquera y sus capturas dentro del área de interés de Reino Unido alrededor de las islas Malvinas; el HMS Forth, especialmente construido para combatir la piratería, contrabando, realizar actividades de protección pesquera, patrullaje de fronteras y lucha antiterrorismo, y el ya mencionado buque polar Protector.

La razón por la cual el Comando de la Fuerza de Submarinos le pasaba esas posiciones al ARA San Juan, cuando este era el que debía fotografiar o filmar a la flota inglesa, por ahora no tiene respuesta.

Los documentos a los que accedió Infobae de manera exclusiva confirman que desde la zarpada del ARA San Juan del Puerto de Ushuaia, el 8 de noviembre, hasta el día de su desaparición, el Comando de la Fuerza de Submarinos le transmitió cinco mensajes de "inteligencia" con la posición de los buques logísticos y militares de "interés" que llevan los números I601, I610, I616, I621 e I624.

El último de ellos fue enviado dos días antes de la última comunicación mantenida con el submarino, el 13 de noviembre a las 10:35 de la mañana.
Teniendo en cuenta que el ARA San Juan tenía que comunicarse al menos cada 48 horas, se desprende que existía un gran interés por mantener constantemente alimentado al buque de guerra con información de inteligencia sobre las unidades del sistema de defensa británico.
Aquí nuevamente surge la pregunta: ¿por qué razón?

Quizás para que el agente de inteligencia Enrique Damián Castillo, que era uno de los tripulantes, estuviera atento para corroborar si los buques ingleses seguían en operaciones en esas zonas y "filmarlo/fotografiarlo" según la orden de operaciones.

El lugar donde dormía en el ARA San Juan el agente de Inteligencia Enrique Damián Castillo, según la foto que él mismo le envió a su mujer antes de la desaparición del submarino
El lugar donde dormía en el ARA San Juan el agente de Inteligencia Enrique Damián Castillo, según la foto que él mismo le envió a su mujer antes de la desaparición del submarino

Lo concreto es que la Armada Argentina, a través de distintas operaciones, intentaba mantener actualizadas las posiciones del sistema defensivo de Reino Unido en un territorio por el cual la Argentina sigue reclamando la soberanía ante los organismos internacionales y la vía diplomática. Como ya publicó Infobae, el suboficial Castillo pertenecía al Centro de Integración de Inteligencia Táctica Atlántico (CIAT). Él era la única persona a bordo del submarino capacitada para identificar a los pesqueros extranjeros, y buques y aviones ingleses que operan en la zona Malvinas.
Castillo fue autorizado a subir al ARA San Juan sin haber recibido las capacitaciones mínimas de seguridad para saber cómo enfrentar una situación de crisis dentro de un submarino.

Esta situación ya fue denunciada ante la jueza Yáñez por la abogada Valeria Carreras, quien representa en la causa a la viuda de Castillo, entre otras mujeres de tripulantes.

Se violó la Ley de Inteligencia

Hasta ahora Infobae había revelado que el comandante del submarino, capitán de fragata Fernández, había recibido antes de zarpar de la Base Naval de Mar del Plata, el 30 de octubre, una "Orden de Operaciones" para "obtener reconocimiento preciso" y "localización, identificación, registro fotográfico/fílmico" sobre "AERONAVES RAF 130 Y AERONAVES DE GOBERNACIÓN MALVINAS" (estas son aeronaves de guerra y de logística de la Real Fuerza Aérea), y los buques ingleses ya mencionados. Que como surgen de los mismos partes de la "inteligencia operacional" que realizó la marina argentina, los buques británicos estaban siempre muy lejos fuera de la jurisdicción nacional; sin embargo la orden de operaciones era registrarlos y cursar la información de sus posiciones.

Durante esta tarea, y según el Informe de Operaciones realizado por el comandante Fernández en la anterior navegación, fue cuando el ARA San Juan detectó el "rumor sonar" compatible con un submarino nuclear.
El ministro Aguad sostiene que esto no es así, aunque el comandante Fernández lo dejó por escrito y firmado el 14 de agosto de 2017. Esto es 91 días antes de perderse junto a su tripulación y su buque.

Internacionalmente, las tareas encomendadas al submarino, un buque de guerra, sobre los objetivos ingleses, son consideradas de "inteligencia". Lo mismo ocurre con la información que recopiló la Armada y que envió al ARA San Juan y que por tratados internacionales firmados por nuestro país después de la guerra del Atlántico Sur tiene prohibido realizar. Si el agente de inteligencia de la marina, Enrique Damián Castillo, que en número de orden era el tripulante 44, llegó a realizar o no esas tareas, hasta ahora se desconoce.

El ministro de Defensa, Oscar Aguad
El ministro de Defensa, Oscar Aguad

Para el ministro de Defensa, Oscar Aguad, en cambio, la tarea de filmar a la flota del Reino Unido en Malvinas, o patrullando las aguas que Argentina reclama como propias, pero que a través del Tratado de Madrid firmado entre nuestro país y Reino Unido en 1990, nuestro país reconoce que están bajo control de Reino Unido, es algo rutinario. Lo dijo así: "No había ninguna orden de espiar a nadie. La orden de operación era de rastrillaje, observación y avistaje de la zona. La categoría es la de observación".

Sin embargo, estas tareas le están prohibidas a la Armada Argentina -como también al Ejército y a la Fuerza Aérea- por el artículo 11 de la Ley de Inteligencia Nacional N° 25.520, ya que la Marina no es uno de los tres organismos pertenecientes al Sistema de Inteligencia Nacional, según lo dispuesto en el artículo 6 de la mencionada ley que establece que solo lo son la Secretaría de Inteligencia (actual AFI); que depende directamente del Poder Ejecutivo de la Nación; la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal; que reporta al Ministerio de Seguridad; y la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar (DNIEM) –que depende del ministerio de Defensa– y que está a cargo de la abogada cordobesa María Noel Costa.

Por consiguiente, la orden para realizar una misión de inteligencia operacional como la que realizaba el submarino desaparecido, o la propia Armada a través de otros recursos de inteligencia, debería haber estado autorizada por el poder político, en este caso, por la titular de la DNIEM, que le responde de manera directa al ministro Oscar Aguad.
Como se verá, inclusive de haberse hecho así, la Argentina, no puede hacerlo, como el Reino Unido tampoco debería hacerlo por el tratado firmado por ambos países.

Violación del Tratado de Madrid

Las tareas de inteligencia de la Armada –autorizadas o no por la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar– fueron realizadas en abierta violación al Tratado de Madrid que en 1990 firmaron en esa ciudad europea las cancillerías de Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña, para poner fin a la guerra iniciada en 1982 por el gobierno de facto del general genocida Leopoldo Fortunato Galtieri.

En el Anexo I, dedicado al Sistema Transitorio de Información y Consulta Recíprocas, se fija, entre otros conceptos, que "se establecerá un sistema de comunicación directa entre las respectivas autoridades militares –bajo la supervisión de ambas Cancillerías- con el objetivo de aumentar el conocimiento recíproco de las actividades militares en el Atlántico Sur y reducir la posibilidad de incidentes y limitar sus consecuencias si ocurrieran".

En el Anexo II, referido a las medidas de seguridad para Unidades Navales y aéreas que operen en proximidad, se estableció que: "Las unidades navales y aéreas evitarán cualquier movimiento o acción que pudiera ser interpretado como un acto hostil o como un acto realizado con intención hostil" y que "las unidades navales de las Partes maniobrarán en forma tal que demuestre claramente sus intenciones".

El embajador británico Mark Kent, junto a Mauricio Macri
El embajador británico Mark Kent, junto a Mauricio Macri

Y quizás más importante aún, el tratado internacional, por el cual la Argentina reconoció el control británico en el área Malvinas, destaca que, "las unidades navales y aéreas de las Partes que operen en proximidad evitarán la ocultación de luces (…)", y "no se interferirán o perturbarán en modo alguno los sistemas de comunicación y de detección de la otra parte".

Como ya mostró Infobae a través de diversos mapas, el "Área Juliana" que debía "patrullar" el submarino abarcaba una porción que se encuentra dentro de la zona de conservación pesquera bajo control inglés. Y, por si quedan dudas, el "artículo 27 de la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados, aprobada por Decreto/Ley N° 19.865, establece que 'una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado'".

Hasta ahora, Reino Unido no realizó ningún comentario al respecto a través de su cancillería. No obstante, y para conocer la posición de este país, la senadora por Río Negro Magdalena Odarda convocó para que se presente a declarar ante la Comisión Bicameral que investiga la desaparición del submarino, al embajador británico en la Argentina, Mark Kent.

La fecha para la exposición del ministro Aguad ante la misma comisión parlamentaria, y a quien se le preguntará sobre las revelaciones de Infobae y la inteligencia que realiza la marina, ya tiene fecha y hora. Será el próximo 16 de abril a las 16. Ese día se habrán cumplido cinco meses y veinticuatro horas de la tragedia más importante sufrida por la Armada Argentina en tiempos de paz.

LOS CONDORI

 

Tres hermanos en la guerra de Malvinas y el recuerdo del menor, muerto a los 16 años en el General Belgrano

Juan, Anastacio y Mario Vilca Condorí nacieron en Los Naranjos, una comunidad kolla de Salta. Los tres se enlistaron en la Armada: el mayor y el menor navegaban en el crucero General Belgrano cuando se hundió; el del medio, como enfermero en el buque hospital Bahía Paraíso, que fue al rescate. El destino los unió en la peor tragedia del conflicto, cuya víctima más joven fue el marinero salteño

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Anastacio era enfermero en el buque hospital Bahía Paraiso. Juan Bautista, cabo 1ero y mecánico del sistema de armas en el crucero General Belgrano. A la derecha, el hermano menor de ambos, Mario, marinero de 1era en el Belgrano, donde encontró la muerte a los 16 años
Anastacio era enfermero en el buque hospital Bahía Paraiso. Juan Bautista, cabo 1ero y mecánico del sistema de armas en el crucero General Belgrano. A la derecha, el hermano menor de ambos, Mario, marinero de 1era en el Belgrano, donde encontró la muerte a los 16 años

La última vez que Juan Vilca Condorí vio a su hermano menor descansaba en la litera del sollado de suboficiales del crucero General Belgrano. Mario tenía apenas 16 años, era marinero de 1era y trabajaba en la panadería del buque. Se acercó en la penumbra y lo invitó a subir a la cubierta para charlar. Pero el mayor, había estado de guardia varias horas y prefirió dormir un poco más: “No, andá, estoy cansado hoy”, le dijo. “Bueno, si te levantás, estoy arriba”, le respondió su hermano. Era el 2 de mayo de 1982, la guerra de Malvinas se había sentido con todo su rigor el día anterior, cuando los británicos atacaron por primera vez. El buque navegaba en línea recta a Ushuaia, a 160 kilómetros de la Isla de los Estados y 337 kilómetros al sur de la isla Gran Malvina con 1093 tripulantes a bordo, en medio de un mar embravecido. Casi cuarenta años después, Juan -que entonces tenía 24 años entonces, era cabo 1ero y mecánico del sistema de armas- recuerda ante Infobae“Dos horas más tarde me levanté y pensé en ir a buscarlo. Pero primero fui a despertar a un compañero. Él me había hecho una joda un rato antes y se la iba a devolver… No quiso salir de la litera. Si me hacía caso se salvaba. Arranqué para la cubierta y antes pasé por el baño. Ahí sentí el impacto del primer torpedo. Pensé que nos habían atacado aviones. Enseguida impactó el segundo torpedo y el barco se escoró. Llegó la desesperación de todos queriendo salir a la cubierta…”

La primera explosión que sintió Juan Vilca fue a las 16.02 minutos y la produjo un torpedo MK-813 lanzado por el submarino nuclear Conqueror de la Royal Navy británica desde 5 km de distancia. Dos minutos antes, su capitán, Chris Wreford-Brown, había recibido la orden de atacar al Belgrano directamente desde Londres, en una reunión presidida por Margaret Thatcher. El proyectil dio de lleno en la sala de máquinas. Sólo en ese instante murieron 274 tripulantes del crucero. El segundo impacto arrancó 12 metros de la proa. Un tercer lanzamiento no dio en el blanco. El comandante del Belgrano, capitán de navío Héctor Elías Bonzo, ordenó abandonar el barco a las 16.23. A las 17.00, se fue a pique.

Mario Vilca a bordo del Crucero General Belgrano. Con apenas 16 años, fue el muerto más joven de la guerra de Malvinas
Mario Vilca a bordo del Crucero General Belgrano. Con apenas 16 años, fue el muerto más joven de la guerra de Malvinas

El recuerdo de Juan se hace preciso, como si la tragedia hubiera sucedido ayer: “Lo primero que pensé fue cubrir el puesto de combate. Creí que nos habían atacado aviones. Con el segundo torpedo todo buscamos la cubierta. Si el combate era naval mi puesto era la torre del cañón de seis pulgadas, si era contra un avión era en el montaje del cañón de 5 pulgadas. Fui a este último, pero apenas llegué vi que todos corrían a sus balsas. Ahí pasé a cubrir el rol de abandono del buque. Encontré a un compañero, tiramos la balsa y reaccionó bien -porque otras no se inflaban- y la dejamos atada”.

Cuenta Juan que recién ahí, cuando cumplió con sus obligaciones, pensó en su hermano. Y corrió a buscarlo: “Su rol en el zafarrancho de combate era el de bombero, tenía su mochila, todo… Bajé, subí, pasé por los lugares donde podía estar. Y no lo encontré. A la zona del alojamiento no pude ingresar porque se estaba prendiendo fuego. Salía humo, pero yo quería encontrar y salvar a mi hermano. Alguien me agarró y me gritó. Me dijo que no entrara, porque el cantinero y los que habían bajado no habían vuelto más. No me acuerdo quién fue, pero me salvó la vida, fue mi ángel de la guarda. Si hoy lo viera le daría las gracias. Se que si entraba, no salía más... En ese trayecto me crucé con gente quemada, con heridos. Pude ayudar a algunos y a otros no… Pregunté a todos por mi hermano, pero nadie sabía nada. En la zona cercana al comedor alguien me dijo ‘dejá ya de buscar a tu hermano, no podés entrar, yo también me voy…’. Había un derrame de petróleo, te resbalabas, era impresionante como se oían los gritos desesperados…”.

Mario Vilca Condorí en una foto como marino. En el Belgrano se desempeñaba en la panadería. Su puesto ante una emergencia era el de bombero. Nadie sabe exactamente cómo murió. Con 16 años, fue el fallecido más joven de Malvinas
Mario Vilca Condorí en una foto como marino. En el Belgrano se desempeñaba en la panadería. Su puesto ante una emergencia era el de bombero. Nadie sabe exactamente cómo murió. Con 16 años, fue el fallecido más joven de Malvinas

Su búsqueda le demandó media hora, dice. Juan regresó a la cubierta principal, que ya estaba al ras del agua. “Algunas balsas ya estaban lejos -cuenta-. Vi gente que no quería morir en el barco y se tiraba al agua, donde más de cinco minutos no sobrevivías. Eran pocas las que quedaban. La mía se había ido. Encontré a uno que no podía saltar. Me pidió ayuda, porque había olas muy altas. Él tenía mucho miedo y cayó al mar. Entonces salté y corté la soga de la balsa, porque era el último. Ahí los vi al capitán Bonzo y al suboficial Ramón Barrionuevo, los que se quedaron hasta el final en el buque. Al que estaba conmigo lo pude rescatar y lo subí a la balsa. José Colaneri se llama, hace poco me vino a agradecer a Salta. Había que remar rápido, prepararse para la supervivencia, porque la temperatura era de 17 grados bajo cero. La balsa se pinchó, entró agua, hubo que sacarla. Pasó un avión, fue un momento muy emocionante. Pero llegó la noche y nada. Ahí la gente se enloqueció, hubo ataques de desesperación, llantos…”

A unos cien kilómetros de allí, un hermano de Juan y Mario navegaba en el buque hospital Bahía Paraíso. Anastacio Vilca Condorí era cabo 1° enfermero y cubría su puesto de Sanidad cuando fueron llamados en auxilio del Belgrano. El avión que divisó Juan era un Neptune de la Armada Argentina, que fijó el área de rescate, porque las balsas, en su deriva, se habían dispersado a unos 80 kilómetros del lugar del hundimiento. “Fue una tarea intensa cuando llegamos a la zona del naufragio -señala Anastacio-. No había un mar con olas de 7 u 8 metros como el 2 de mayo, pero igual no teníamos buena visibilidad. A una balsa la veías 30 segundos y se perdía 10 o 15 minutos. Si o si tenías que auxiliarte por la aviación. Cada 3, 4 o 5 horas rescatabamos una balsa, porque no estaban en un mismo lugar. Otras habían sido rescatadas por otros buques, en una de ellas estaba Juan. Pero en las comunicaciones no aparecían los nombres de ninguno de mis hermanos. Nosotros encontramos balsas con 11 personas vivas, pero también algunas con 20 personas muertas. Estuvimos rescatando hasta que recibimos la orden de navegar a todo ritmo hacia Ushuaia. Hace unos años confirmaron que el Conqueror también perseguía al Bahía Paraíso”.

Anastacio y Juan Bautista Vilca Condorí en una imagen del encuentro entre veteranos argentinos y británicos que tuvo lugar en marzo en nuestro país, El primero con sus condecoraciones de la provincia de Salta, el Congreso Nacional y la Armada por su participación en la guerra de Malvinas. El segundo, con las mismas, y además del Congreso por su participación en la misión al Golfo Pérsico, de Kwait y por haber sido parte de la tripulación del Crucero General Belgrano (Franco Fafasuli)
Anastacio y Juan Bautista Vilca Condorí en una imagen del encuentro entre veteranos argentinos y británicos que tuvo lugar en marzo en nuestro país, El primero con sus condecoraciones de la provincia de Salta, el Congreso Nacional y la Armada por su participación en la guerra de Malvinas. El segundo, con las mismas, y además del Congreso por su participación en la misión al Golfo Pérsico, de Kwait y por haber sido parte de la tripulación del Crucero General Belgrano (Franco Fafasuli)

El 4 de mayo, el Bahía Paraíso recogió a los últimos 18 tripulantes del General Belgrano con vida. Lo hizo 43 horas después del hundimiento y a 100 kilómetros del lugar del ataque del submarino. Continuó la búsqueda hasta el 8 de mayo, pero en el resto de las balsas que halló había solo muertos. En total, el buque hospital recogió a 88 náufragos, 70 sobrevivieron y 18 murieron. Por su parte, el aviso Gurruchaga rescató a 363 marinos y 2 fallecidos; el destructor Bouchard a 64 sobrevivientes y el destructor Piedrabuena a 273. El pesquero ruso Belokamensk entregó tres cadáveres. Y el buque chileno Piloto Pardo, acercó dos cuerpos hallados en una balsa.

Los ojos entrecerrados de Anastacio vieron mucho horror esa jornada. “Los que estaban en las lanchas, si se quedaban quietos, se congelaban. Y eso es como un sueño del que no volvés más. No podían desaprovechar ningún desecho del cuerpo para sobrevivir y mantener la temperatura. Recuerdo uno que llegó quemado enteramente, pero por el efecto del frío estaba como anestesiado. Después de casi dos días en medio del océano no lo dejaron morir. Pero en el buque, cuando recuperó la temperatura normal, perdió la vida. Las quemaduras estaban muy avanzadas. Allí no sólo tratamos heridas, sino que también teníamos que levantarles el ánimo. Jamás les contamos de los muertos que íbamos rescatando”. En total, las víctimas del crucero General Belgrano fueron 323, aproximadamente la mitad del total de fallecidos en la guerra de Malvinas.

Anastacio Vilca Condorí (el primero a la izquierda) a bordo del buque hospital Bahía Paraiso
Anastacio Vilca Condorí (el primero a la izquierda) a bordo del buque hospital Bahía Paraiso

Luego de llevar a los muertos y heridos a Ushuaia, el Bahía Paraíso navegó rumbo a Malvinas con el temor de ser perseguido por el Conqueror. “Salimos una noche para la isla de los Estados y de ahí a la zona de mar profundo. Cayó un temporal fuertísimo. Aprovechamos para ir a Malvinas, era el mejor momento para que no nos captara el submarino. Era entre el 15 y el 20 de mayo. A las cinco horas el comandante nos habló, nos dijo que íbamos en misión de salvar vidas, nos advirtió lo que podía pasar y que ofrendáramos nuestras vidas al altísimo. Algunos compañeros se pusieron mal, nos empezamos a palmear unos a otros, a dormir con ropa de frío y a saber qué balsa nos tocaría en una evacuación. Al otro día arribamos y las fuerzas británicas nos inspeccionaron. Ellos ya rodeaban Malvinas con algunos buques”, recuerda Anastacio.

En las islas se dedicaron a cumplir con su labor de sanidad. Como no podían atracar, dieron cinco vueltas a las Malvinas recibiendo heridos en helicópteros y lanchas. “Lo que más tratábamos eran heridas de esquirlas e infartos de miocardio”, cuenta Vilca Condorí. En Punta Quilla -un puerto santacruceño en desuso que fue puesto en condiciones para la guerra- dejaban a los heridos más graves, recargaban víveres y medicamentos y regresaban a Malvinas. Cerca del final de la guerra hicieron un intercambio con el buque hospital británico Uganda, que les traspasó heridos argentinos que habían atendido. Como los ingleses tenían un déficit de plasma para las transfusiones, desde el Bahía Paraíso se lo proveyeron.

Anastacio Vilca Condorí fue enfermero en el Bahía Paraíso. Con él, la enfermera británica Sue Warner, que participó en el buque hospital Uganda, en un encuentro de veteranos este verano. Recordaron cuando el buque inglés recibió suero para transfusiones de sangre del barco argentino al final de la guerra (Franco Fafasuli)
Anastacio Vilca Condorí fue enfermero en el Bahía Paraíso. Con él, la enfermera británica Sue Warner, que participó en el buque hospital Uganda, en un encuentro de veteranos este verano. Recordaron cuando el buque inglés recibió suero para transfusiones de sangre del barco argentino al final de la guerra (Franco Fafasuli)

Un mes después de la guerra, Juan y Anastacio se reencontraron. “Por los comentarios que recibimos en el edificio Libertad, siempre estaba la esperanza que algún buque chileno o ruso, o de pesca, podría haber rescatado a Mario. Pero no fue así”, cuentan. En agosto de 1982 recibieron el certificado de defunción del menor: “Nos dijeron que era una cuestión de formas”, se resigna Anastacio.

Una comisión fue a avisarles a sus padres, la artesana Elena Ireña Condorí y Miguel Angel Vilca, carpintero, talabartero, herrero y curtidor que también hacía changas como caballerizo y empaquetador en la cosecha de caña de azúcar. Los Vilca Condorí vivían en la comunidad kolla Los Naranjos, cerca de Orán, en Salta. “Los caminos estaban intransitables, así que llegaron en un Unimog. Stella Maris, una mujer que era asistente social de Gendarmería, les dio la noticia…”, dice Anastacio, el más locuaz de los hermanos. Su relato habla mucho del desdén con que fueron tratados los veteranos de guerra al regresar al continente. “A Juan, cuando volvió del Belgrano, lo autorizaron tres días para que fuera a Orán. Pero como era una época de ríos crecidos, no pudo llegar a ver a mi mamá. Y volvió con esa desilusión. Tenía que reincorporarse a la Marina. Y mi caso fue parecido. Tuve una licencia corta, pero pude estar uno o dos días con ella. Llegué a la escuela y mamá me esperaba con una de las maestras. Ella me acompañó a la vuelta, caminamos durante cinco horas. Fue terrible. No quería que me vaya. ‘Vos te vas a volver a la guerra’, me decía. Y la guerra ya había terminado. Pero mi papá tenía una radio de onda corta y ellos escuchaban una emisora de Uruguay, que transmitía la versión inglesa de la guerra. Ella me decía que no podía creer que me estuviera viendo, porque había escuchado que la mitad de los tripulantes del Bahía Paraíso habían perdido la vida”.

El 14 de agosto de 1982, su madre falleció. “Estaba mal y tenía mucha tristeza -continúa Anastacio-. Lloraba, pensaba en nosotros tres, y eso la afectó mucho. No la vimos a mi madre cuando murió. No pudimos llevarla al cementerio ni a ella ni a Mario. Ahí empezamos a cuidar a mi papá, todo esto lo afectó mucho. El venía resistiendo, pero después que murió mamá se desubicó, se afectó su parte mental. Por cualquier cosa disparaba su arma, hasta que lo detuvo la policía. Uno de nosotros tuvo que volver a nuestra provincia. Así que pedí la baja, volví a trabajar al hospital de Salta, me especialicé en terapia en adultos y niños. Y empecé a trabajar con agentes sanitarios en zonas rurales”. Hoy está casado, tiene cinco hijos y se recibió, además, de abogado. También, como un homenaje a las tradiciones familiares, es coplero. Juan, por su parte, continuó en la Marina. A bordo de la corbeta Rosales participó en la misión argentina en la Guerra del Golfo, en 1991. Hoy vive en Salta capital, está divorciado y tiene dos hijos. Y junto a su hermano prepara una suerte de museo para recordar a Mario.

Anastacio Vilca Condorí, enfermero de la Armada Argentina, en 1982
Anastacio Vilca Condorí, enfermero de la Armada Argentina, en 1982

Anastacio tiene un dolor adicional: durante años escribió notas para que invitaran a su padre a un acto como homenaje a los veteranos de Malvinas. “Tuvo tres hijos en la guerra, perdió a uno y luego a su esposa. Le escribí a Alfonsín, a Menem, a De la Rúa, a Duhalde y a Kirchner. Ninguno respondió. Papá murió en 2010 y no conseguí un reconocimiento”.

Los Vilca Condorí fueron uno de los dos casos de tres hermanos que estuvieron en la guerra de Malvinas. Nacidos en la espesura del chaco salteño, abrazaron el mismo amor por el mar. Y su historia es singular. En la infancia, dice Anastacio, fueron felices sin que sobrara nada. Eran, antes de la guerra, 12 hermanos. Y luego nacieron tres más. “Nos criamos y crecimos en la naturaleza. Nuestros juguetes eran ponernos en contacto con lo que hacía mi mamá. Ella nos enseñaba las artesanías y la ayudábamos. También cuidábamos el ganado, que eran algunas ovejas, corderos y vacas. Andábamos a caballo y en burro. De Orán a Los Naranjos tardábamos dos días. Todas cosas de campo, de una economía de supervivencia…”

Juan Bautista y Anastacio en un homenaje a su hermano Mario Vilca Condorí en Salta
Juan Bautista y Anastacio en un homenaje a su hermano Mario Vilca Condorí en Salta

El paso de las estaciones marcaba la residencia de los Vilca Condorí. En verano, de diciembre a marzo, se iban de la selva a las alturas, a Humahuaca. “Teníamos un rancho de adobe, con una galería, un corral, un aseguramiento y un pircado. Llegaba el calor y aparecían alimañas como las sabandijas, que perjudicaban el ganado, así que caminábamos dos días para llegar a la altura, donde había pastizales para el engorde. Era un paraíso. El amanecer nuestro era al lado del fuego, de la leña que juntábamos, no teníamos cocina ni a gas ni solar”.

Pero hacia el final de la década del ‘60, la situación cambió. Dice Anastacio que “tuvimos que empezar a pagar un arrendamiento muy alto por la tierra, cuando nosotros somos parte de los pueblos originarios de ese lugar. Ya mis papás no podían sembrar. Las familias que tenían muchos hijos tuvieron que enviarlos a la ciudad. Era algo que propiciaban instituciones como la escuela y la policía. La maestra decía ‘pobrecito, ¿lo vas a tener a tu hijo acá? Mandalo a la ciudad…’. Así, nosotros fuimos a una especie de colonia de verano y donde veían quién podía recoger a cada chico, como una especie de adoptado. Así pasó con Juan, que creció parte de su vida lejos de la familia”.

Juan, Anastacio y Mario: los hermanos Vilca a caballo en Los Naranjos, una comunidad kolla cerca de Orán, Salta. Muchos ex combatientes son parte de los pueblos originarios de nuestro país
Juan, Anastacio y Mario: los hermanos Vilca a caballo en Los Naranjos, una comunidad kolla cerca de Orán, Salta. Muchos ex combatientes son parte de los pueblos originarios de nuestro país

Juan asiente: “Me fui a unos 20 kilómetros de la ciudad de Salta, a un pueblo que se llama La Silleta. Al principio trabajaba en la cosecha de papa en una huerta chica junto a los abuelos de adopción que me criaron a mi”. Anastacio, en cambio, cuenta que no aceptó ese intercambio de trabajo infantil por comida y regresó a Los Naranjos. “Pero el alimento empezó a faltar, no alcanzaba. Nosotros comíamos, pero quizás nuestros padres no. Entonces pensé en salir y estudiar, pero era muy caro. En esos casos, la Armada o el Ejército daban posibilidades, como una especie de beca. Te daban de comer, vestimenta para la escuela y salías los fines de semana. Pude hacer hasta tercer año del secundario en Orán y a los 16 años ya estaba en la Escuela de Sanidad Naval. Me fui a Punta Alta, donde ya estaba Juan, que había ingresado a la Marina”.

“Yo soñaba con los barcos, pero no había conocido ninguno todavía. Venimos de una provincia sin mar -suma Juan-. Un tío que había hecho la conscripción en la marina me alentó. ‘Mirá que es lindo’, me dijo. A los 16 me fui a la Escuela de Mecánica, la ESMA en Buenos Aires. De ahí egresé, me embarcaron en distintos barcos, destructores y corbetas. Y al estar ahí él me siguió y después el más chico, Mario, que era un chico travieso, colaborador y valiente, hizo lo mismo. Y estando los tres en la Marina, nos tocó la guerra”.

Los hermanos Juan y Anastacio Vilca Condorí. Anastacio es coplero, una herencia familiar
Los hermanos Juan y Anastacio Vilca Condorí. Anastacio es coplero, una herencia familiar

Juan estuvo en el conflicto con Chile, en 1978, a bordo del destructor Seguí. En el 81 lo designaron en el crucero General Belgrano. El 16 de abril de 1982 partieron desde la Base Naval Puerto Belgrano rumbo a Ushuaia. El 26 de ese mes, marcharon por última vez a mar abierto. El primer destino de Anastacio fue en la Escuela Naval de Río Santiago. En Malvinas fue destacado en el buque antártico Bahía Paraíso, transformado en hospital. El 27 de abril salieron de Puerto Belgrano. El 2 de mayo, los tres hermanos confluyeron en la peor tragedia de la marina argentina.

Pasaron 40 años y los últimos momentos de su hermano Mario todavía son un misterio para Juan y Anastacio. “Nunca supimos. Alguno nos dijo ‘yo lo vi a tu hermano, estaba en una balsa pero sangraba de una herida’. Creemos que en esa desesperación, muchas personas pudieron confundirlo con otro. No hay un relato cierto. Elegimos creer que Mario se fue con el buque”.