La camarógrafa argentina, Verónica Cabrera, de 29 años.
“Que traigan el cuerpo cuanto antes”
La joven camarógrafa argentina Verónica Cabrera murió ayer al día siguiente del accidente automovilístico que tuvo en Irak, que ya había matado al periodista Mario Podestá.
Por Eduardo Febbro
La segunda Guerra del Golfo
costó la vida a muchos periodistas. La prensa argentina pagó un
dramático tributo con la muerte de dos argentinos que habían venido a
Irak a cubrir el conflicto. El periodista Mario Podestá y la joven
productora de televisión Verónica Cabrera, 29 años, fallecieron a raíz
de un accidente de auto ocurrido en la ruta entre Ammán, la capital de
Jordania, y Bagdad. Mario Podestá murió en el momento del accidente
mientras que Verónica Cabrera dejó de existir ayer en el hospital de
Ramadir, una localidad situada a unos 120 kilómetros de Bagdad. La joven
productora fue ingresada allí de urgencia pero ayer, cuando los
periodistas de Clarín, Gustavo Sierra, y de La Nación, Elizabeth Piqué,
fueron a ver cómo estaba los médicos del hospital les dijeron que debían
dirigirse a la sección forense. Ambos enviados especiales tropezaron
con enormes trabas para conseguir que el ejército norteamericano o la
Media Luna Roja se dignaran a acompañarlos a una zona altamente
riesgosa. Al cabo de muchas idas y vueltas, los marines y la Media Luna
Roja se negaron a ofrecerles un medio para que se trasladaran al
hospital. Finalmente, gracias a la intervención de la ONG italiana
Emergencia, Sierra y Piqué pudieron llegar al lugar donde constataron la
muerte de la joven argentina.
El problema que se presenta ahora es la forma en que los dos cuerpos serán enviados a la Argentina. Sin una decidida intervención de la Cancillería argentina ante las autoridades norteamericanas resulta difícil pensar cómo podrán ser trasladados los cuerpos, sea hacia Kuwait, Siria o, en su defecto, Jordania. Clarín, La Nación y Página/12 realizaron en Bagdad numerosas gestiones ante las autoridades competentes sin que se obtuviera una respuesta satisfactoria. Las condiciones de sanidad que imperan en la capital iraquí exigen una acción urgente a fin de que los restos sean llevados de aquí lo más rápidamente posible. Tanto los norteamericanos como la Media Luna Roja presentaron más obstáculos que soluciones y se hizo claro que ni a uno ni al otro le interesaba formalmente asumir las responsabilidades que les competen. No es lo mismo ser un enviado especial argentino que norteamericano o británico y esa diferencia se hace sentir cuando se requieren intervenciones de este tipo. Ayer, la falta de voluntad, de interés así como la burocracia inútil se hicieron patentes. A los norteamericanos no les interesa y la Media Luna Roja no hace muchos esfuerzos para resolver un caso que, en resumidas cuentas, le compete. Que una ONG internacional de ese peso se haya negado a acompañar a los periodistas argentinos hasta un hospital revela lo absurdo de la situación.
Mientras, Natalia Cabrera, una de las dos hermanas de Verónica, dijo ayer a Radio Mitre que “ahora hay que pelear para que traigan el cuerpo cuanto antes por medio de las embajadas para poder velarla acá. Porque su lugar es éste, a pesar de que ella quiso morir allá”, declaró. El esposo de la camarógrafa, Omar Fernández, declaró que ayer había ido a las oficinas en Buenos Aires de Cancillería para gestionar el traslado de Cabrera, con la que vivía en Brasil. “Verónica murió a los 20 minutos de haber llegado al hospital”, dijo ayer su esposo en declaraciones ante el Canal 9 de Bahía Blanca. Dijo que sabía que su esposa estaba grave porque en el convoy en que viajaba había profesionales de Médicos Sin Fronteras. “Cuando choca el vehículo, el periodista portugués que sobrevivió, llega a Bagdad. Y si esos médicos decidieron mandarla al hospital, entonces la situación era grave, pensamos”, declaró. Contó que cuando Verónica quería algo, “era un tractor: pasaba por arriba de cualquier cosa”. Su esposo la vio irse a Kosovo con 600 dólares en el bolsillo y permanecer aislada 45 días en Kabul durante la guerra de Afganistán. “Era una persona muy honesta con lo que sentía. Nunca vendió sus ideales. Nunca dejó que cambiaran una letra de sus notas. Quería mostrarle al mundo la verdad de la guerra”, indicó. Fernández contó que Verónica siempre decía que su hija de dos años iba a sentir orgullo por su trabajo. “Yo siempre traté de no cortarle esa pasión. Obviamente, los precios a pagar fueron carísimos: perder un afecto, perder todo”, contó. Natalia Cabrera también hizo declaraciones ante el canal bahiense. Contó que cada vez que Verónica se iba a cubrir una guerra, su familia prendía velas “a todos los santos y le rogábamos que se mantuviera comunicada con nosotros. Porque hasta que ella no volvía al lado nuestro, no íbamos a estar tranquilos”. Recordó que Verónica “peleó mucho para ir y para poder entrar en Irak” y que relatar el horror de las guerras “era su pasión”. También afirmó que “creo que siempre me voy a sentir orgullosa de mi hermana y espero que en algún momento pueda encontrar consuelo en eso”, dijo Natalia.
El problema que se presenta ahora es la forma en que los dos cuerpos serán enviados a la Argentina. Sin una decidida intervención de la Cancillería argentina ante las autoridades norteamericanas resulta difícil pensar cómo podrán ser trasladados los cuerpos, sea hacia Kuwait, Siria o, en su defecto, Jordania. Clarín, La Nación y Página/12 realizaron en Bagdad numerosas gestiones ante las autoridades competentes sin que se obtuviera una respuesta satisfactoria. Las condiciones de sanidad que imperan en la capital iraquí exigen una acción urgente a fin de que los restos sean llevados de aquí lo más rápidamente posible. Tanto los norteamericanos como la Media Luna Roja presentaron más obstáculos que soluciones y se hizo claro que ni a uno ni al otro le interesaba formalmente asumir las responsabilidades que les competen. No es lo mismo ser un enviado especial argentino que norteamericano o británico y esa diferencia se hace sentir cuando se requieren intervenciones de este tipo. Ayer, la falta de voluntad, de interés así como la burocracia inútil se hicieron patentes. A los norteamericanos no les interesa y la Media Luna Roja no hace muchos esfuerzos para resolver un caso que, en resumidas cuentas, le compete. Que una ONG internacional de ese peso se haya negado a acompañar a los periodistas argentinos hasta un hospital revela lo absurdo de la situación.
Mientras, Natalia Cabrera, una de las dos hermanas de Verónica, dijo ayer a Radio Mitre que “ahora hay que pelear para que traigan el cuerpo cuanto antes por medio de las embajadas para poder velarla acá. Porque su lugar es éste, a pesar de que ella quiso morir allá”, declaró. El esposo de la camarógrafa, Omar Fernández, declaró que ayer había ido a las oficinas en Buenos Aires de Cancillería para gestionar el traslado de Cabrera, con la que vivía en Brasil. “Verónica murió a los 20 minutos de haber llegado al hospital”, dijo ayer su esposo en declaraciones ante el Canal 9 de Bahía Blanca. Dijo que sabía que su esposa estaba grave porque en el convoy en que viajaba había profesionales de Médicos Sin Fronteras. “Cuando choca el vehículo, el periodista portugués que sobrevivió, llega a Bagdad. Y si esos médicos decidieron mandarla al hospital, entonces la situación era grave, pensamos”, declaró. Contó que cuando Verónica quería algo, “era un tractor: pasaba por arriba de cualquier cosa”. Su esposo la vio irse a Kosovo con 600 dólares en el bolsillo y permanecer aislada 45 días en Kabul durante la guerra de Afganistán. “Era una persona muy honesta con lo que sentía. Nunca vendió sus ideales. Nunca dejó que cambiaran una letra de sus notas. Quería mostrarle al mundo la verdad de la guerra”, indicó. Fernández contó que Verónica siempre decía que su hija de dos años iba a sentir orgullo por su trabajo. “Yo siempre traté de no cortarle esa pasión. Obviamente, los precios a pagar fueron carísimos: perder un afecto, perder todo”, contó. Natalia Cabrera también hizo declaraciones ante el canal bahiense. Contó que cada vez que Verónica se iba a cubrir una guerra, su familia prendía velas “a todos los santos y le rogábamos que se mantuviera comunicada con nosotros. Porque hasta que ella no volvía al lado nuestro, no íbamos a estar tranquilos”. Recordó que Verónica “peleó mucho para ir y para poder entrar en Irak” y que relatar el horror de las guerras “era su pasión”. También afirmó que “creo que siempre me voy a sentir orgullosa de mi hermana y espero que en algún momento pueda encontrar consuelo en eso”, dijo Natalia.
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