sábado, 24 de junio de 2023

LO QUE LA ONU SE LLEVO

 






Lo que Croacia se llevó de la Argentina

defensa.com, 31 de julio de 2013





(defensa.com) Corrían los tiempos violentos de la lucha fraticida tras la disolución de la Yugoslavia del mariscal Tito. Mientras que la sangre regaba pueblos y ciudades dando lugar a escenas de un odio extremo, las potencias sacaban sus cartas con movimientos estratégicos, en un juego mortal para muchos seres humanos.

Estados Unidos deseaba que la guerra concluyera cuanto antes y con la victoria del bando croata, afín de los intereses de la Casa Blanca y de la OTAN, en detrimento de los serbios que, apoyados por Moscú, representaban el mal según la visión planetaria norteamericana. Con su habitual modo de intervenir en la vida de los demás, los intereses de Washington requerían reequipar y remontar al golpeado Ejército croata, que había sido duramente castigado en combate.

Apelando al trabajo de sus contactos y redes políticas por todo el globo, comenzó un intenso movimiento de oscuros funcionarios y espías, que con empresas montadas en paraísos fiscales y administraciones gubernamentales proclives, organizaron las operaciones comerciales necesarias para reorganizar y potenciar las fuerzas croatas. Las miradas se posaron en algunos países, como Brasil y Argentina, que tenían sus arsenales bien provistos de armas y equipos básicos, pero necesarios para la batalla que vendría.


Estas naciones cumplían con las premisas esenciales para la tarea, pero sólo en Buenos Aires estallaría el escándalo. El país del Plata tenía sus parques repletos de armas y munición tras la contienda del Atlántico Sur y la casi guerra con Chile, cuando se adquirió una ingente cantidad de material bélico. Contaba, además, con una empresa como Fabricaciones Militares (FM), que, aunque en franca decadencia, poseía una red administrativa con todas las facilidades para las exportaciones e importaciones, depósitos en puertos libres de inspección y lejos de los ojos extraños y fábricas bajo un férreo hermetismo castrense y, más aun, un Gobierno proclive a los negociados. Todo cuadraba.

Utilizando empresas fantasmas, pero bien conocidas en el difuso mundo de los servicios de inteligencia, comenzó una operación de relojería, que convino el vaciamiento de arsenales de Ejército Argentino (EA), la movilización de miles de toneladas de material a la factoría de FM para el reacondicionamiento de los equipos, que incluía el reenvasado de munición y el borrado de inscripciones, el traslado a puertos oficiales para embarque y la exportación de todo el material con máxima discreción.

Rapidez y eficiencia
Con rapidez y eficiencia, miles de toneladas de munición armas livianas, piezas de artillería y morteros, cohetes y un largo etc. fueron saliendo de los depósitos castrenses, para concentrarse en un par de fábricas de cara a su alistamiento. Hasta los mismos contenedores donde se trasportaba el armamento fueron vendidos. La desaparición de casi una cuarentena de piezas de artillería de 105 y 155 mm. de donde estaban destinadas provocó la desafectación y desaparición de los grupos de Artillería citados y motivó la implementación de una reforma militar, orgánica en la fuerza terrestre, con la cual se ocultó la falta de esas piezas.
Como imaginan los amables lectores, el Ejército perdió miles de ton. de suministros, sin recibir pago ni compensación alguna, millones de proyectiles, 70.000 fusiles FAL y FAP, decenas de miles de pistolas Browning de 9 mm., cohetes de 105 mm. y demás, que salieron de los parques públicos hacia un destino a miles de km., recalcando que los arsenales quedaron vacíos y nunca se repuso lo perdido.

Por supuesto, nadie protestó ni pidió explicaciones de cómo elementos del Estado desaparecieron sin más. Se dieron casos ridículos, como en un batallón de arsenales en el interior profundo del país, donde se entregó una partida de fusiles alemanes de tirador selecto nuevos, sin uso y que habían estado guardados por décadas. Lo que hubiera sido la delicia de un coleccionista fue vendido por monedas.

Pocos saben que la situación estalla por un hecho externo: una empresa privada integrada por ex militares había obtenido un contrato de exportación de importancia, como era la venta de cañones CITER de 155 mm. a una nación africana de la margen atlántica. Lamentablemente intereses mezquinos dieron por tierra con esta operación comercial y llevó a la bancarrota a esta firma. Estos hombres, que como todo el EA sabían a donde iban los cargamentos de armas, quizás con el natural sentimiento de venganza hicieron llegar al periodismo –en una acción de película de espías– la información, con la cual un juez inicia una investigación.
Debemos mencionar que FM recibió migajas de una operación que orilló los 100 millones de dólares, que figuró en su contabilidad, pero los fondos volaron a diversos políticos y empresarios que, aún hoy, siguen en la impunidad. También algún uniformado encumbrado y que permitió el vaciamiento de los arsenales fue premiado con altos cargos y una delegación diplomática, cosas de la política…

miércoles, 7 de junio de 2023

CUANDO HABLA MENEM


Placa Hacia un nuevo orden mundial. Naves al Golfo. Discurso del presidente Carlos Menem. Imagen de la corbeta Spiro zarpando del puerto. Carlos Menem visita buque de la armada argentina y saluda a la tripulación. Zarpa el destructor Almirante Brown. Familiares despidiendo a los marinos. Imagen de Alberto Pierri y Antonio Erman Gonzalez. Fecha: 1990

¿SON OPERATIVOS LOS DERECHOS DEL VETERANO DE GUERRA DEL GOLFO PÉRSICO?



¿SON OPERATIVOS LOS DERECHOS DEL VETERANO DE GUERRA
DEL GOLFO PÉRSICO?
Se trata de una pregunta que ha estado sin una respuesta jurídica durante casi tres décadas. Como podrán ver, se trata de un caso en particular referido a los efectivos de la Armada Argentina que tras haberse desatado la crisis entre Irak y Kuwait en agosto de 1990, por decisión del entonces gobierno del Dr. Carlos S. Menem fueron enviados a bordo de dos navíos de guerra el 25 de septiembre de ese mismo año a las aguas del “Golfo Pérsico o Arábigo” situadas a unas 8.800 millas del país y que terminaron actuando desde el 16 de enero hasta el 27 de febrero de 1991 y en el marco de la operación “Tormenta del Desierto”, dentro del Teatro de Operaciones del Golfo Pérsico.
Unidades componentes: ARA BROWN, ARA SPIRO, ARA ROSALES Y ARA SAN BLAS...
A la vista de muchos colegas, el tema era inabordable por varias razones; algunas de ellas por el supuesto hecho de que la acción o una posible reclamación de derechos estaba prescripta. Otra acusaba que, al no haber una ley específicamente puntual sobre la situación de estos más de quinientos hombres de la Armada, no había de dónde agarrarse para plantear un caso con argumentos jurídicos ciertos.
Si se ve desde el primer punto de vista, la pregunta sería.
¿Qué plazo de prescripción se le aplicaría? O mejor dicho, ¿A qué acción se refieren mis colegas cuando dicen que ella ha prescripto?
Como primera respuesta para desarmar ese planteo debo decir que, existen derechos inherentes a las personas que son los llamados derechos personalismos que además de ser de carácter universal (Cfr. Declaración Universal de Derechos Humanos, de Naciones Unidas del 10 de diciembre de 1948) no tienen un plazo para su reclamación. En el caso que abordamos, hablamos de derechos específicos para una determinada clase de personas que se enmarcan en una precisa y excepcional situación como la “guerra”.
Antes de precisar sobre la cuestión, debemos señalar que los más de 500 hombres de nacionalidad argentina, se hallaban bajo estado militar lo que significaba que además de estar activos, estaban sujetos a reglamentos y leyes especiales regidos por el pabellón que enarbolaban los respectivos buques, los cuales (cabe remarcar) fueron armados y aprovisionados para eventuales acciones de combate.
Volviendo a la pregunta formulada en el título, vemos que referimos a la palabra “operativa” que nos refiere a si, éstos derechos que se hallan reconocidos en la Constitución nacional, requieren de la necesidad de una ley reglamentaria que los ponga en vigencia.
De este modo y haciendo un entendimiento armónico de los Convenios, Protocolos y declaraciones internacionales que el estado nacional ha suscripto en el marco de los arts. 27 y 31 de la Constitución, reglamentados por la ley 23.379 y que se ven complementados por los pactos de derechos humanos que desde 1994 recepta el art. 75 inc. 22, no hay dudas de la operatividad de los derechos de quienes han participado en un conflicto armado y en especial en lo que fue el del Golfo Pérsico.
Con todo esto se puede advertir y concluir que el derecho al reconocimiento oficial de “veterano” es harto evidente por lo cual, el medio para su concreción (por la experiencia vista en éste caso) solo vendrá de una declaración judicial al respecto.

No dejar de ver este link: https://veteranosdelgolfopersico.blogspot.com.ar/




ESTE LISTADO YA FUE SACADO Y LO REEMPLAZARON POR OTRAS FIGURAS DE PAZ 

Fijate esto esta en el ministerio de indenfesa, ni figura la guerra del Golfo Persico, lo borraron .........

Presencia histórica de la República Argentina en Misiones de Paz bajo mandato de Naciones Unidas

1958 – UNOGIL (Grupo de Observación de las Naciones Unidas en el Líbano)
1960 – ONUC (Misión de las Naciones Unidas en el Congo)
1967 – UNTSO (Organismo de las Naciones Unidas para la Vigilancia de la Tregua)
1988 – UNIIMOG (Grupo de Observadores Militares de las Naciones Unidas para Irán e Irak)
1989 – UNAVEM I (Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Angola I)
1990 – ONUCA (Grupo de Observadores de las Naciones Unidas en Centroamérica)
1991 – UNAVEM II (Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Angola II)
1991 – UNIKOM (Misión de Observación de las Naciones Unidas para el Irak y Kuwait)
1991 – MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental)

1991 – UNAMIC (Misión Avanzada de las Naciones Unidas en Camboya)
1992 – UNTAC (Autoridad Provisional de las Naciones Unidas en Camboya)
1992 – ONUSAL (Misión de Observadores de las Naciones Unidas en el Salvador)
1992 – UNPROFOR (Fuerza de Protección de las Naciones Unidas)
1993 – ONUMOZ (Operación de las Naciones Unidas en Mozambique)
1993 – UNFICYP (Fuerza de la ONU para el Mantenimiento de la Paz en Chipre)
1993 – UNMIH (Misión de las Naciones Unidas en Haití)
1994 – UNAMIR (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Ruanda)
1995 – UNAVEM III (Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Angola III)
1995 – UNCRO (Operación de la Restauración de la Confianza en Croacia)
1995 – UNPREDEP (Despliegue Preventivo de las Naciones Unidas en Macedonia)
1996 – MUNOP (Misión de Observadores de Naciones Unidas en Prevlaka)
1996 – UNTAES (Administración Transitoria de las Naciones Unidas en Eslovenia Oriental)
1996 – UNMIBH (Misión de las Naciones Unidas en Bosnia y Herzegovina)
1997 – MINUGUA (Misión de las Naciones Unidas en Guatemala)
1997 – MIPONUH (Misión de Policía Civil de las Naciones Unidas en Haití)
1998 – UNPSG (Grupo de Apoyo de la Policía Civil en Eslovenia Oriental)
1998 – MONUA (Misión de Observadores de las Naciones Unidas en Angola)
1999 – UNAMET (Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Timor Oriental)
1999 – UNMIK (Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo)
2001 – MONUC (Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo)
2004 – MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití)
2005 – UNMIS (Misión de las Naciones Unidas en el Sudán)
2006 – UNMIL (Misión de las Naciones Unidas en Liberia)
2006 – UNICI (Operación de las Naciones Unidas en Costa de Marfil)


“ZAFARRANCHO DE COMBATE”

 


Vivencias en primera persona de un veterano argentino de la guerra del Golfo Pérsico en 1991

DONDE ESTAN LAS ORDENES EMANADAS DEL ALMIRANTE OSSES, QUEDARON EN EL RECUERDO POR SOLO HECHO DE NO RECOCERNOS QUE FUIMOS A UNA GUERRA.

Fue sin lugar a dudas una sorpresa inesperada y muy agradable, cuando hace unos meses tocan a mi departamento en Kensington para entregarme una encomienda postal que venía de muy lejos y con ella una carta (algo raro en estos días de internet). En un aceptable inglés, éste camarada hacía llegar sus experiencias y también sus inquietudes ante la dura lucha que siguen por el tan merecido reconocimiento que su gobierno les adeudan. Eran unas doce copias de páginas de un diario de un veterano argentino que participo en las operaciones del “Escudo del Desierto” y de la “Tormenta del Desierto” que tras haber leído nuestros artículos quería compartir algunas de sus experiencias en aquellas jornadas dándolas a conocer por nuestro medio.


A continuación les dejo la traslación de aquella carta de un miembro del destructor argentino “ARA Alte Brown” que llamaremos “J.K.A” para que compartan sus vivencias en primera persona y que se resumen al mes de diciembre de 1990.


“A pesar de los treinta años que han pasado, quienes estuvimos involucrados en la guerra del Golfo Pérsico allá por 1991, no podemos olvidar todo lo que ello conllevo, abandonar nuestros hogares, nuestras familias para zarpar sin órdenes precisas y aquellas fatídicas jornadas navegando en forma constante durante meses en los navíos de guerra “ARA Alte. Brown” y la “ARA Spiro” de la agrupación T.88 que llevó el pabellón argentino para que flameara en aquellas extrañas aguas del Oriente Medio.


Ponerme a describir las actividades que cotidianamente se realizaban en las embarcaciones puede llegar a dormir al lector, pero no puedo dejar de recordar que en todo momento hasta que llegamos a dicho escenario, todos y cada uno en sus tareas teníamos que prepararnos para algo que, aunque rogábamos que no pasara, intuíamos que podría desencadenarse de un momento a otro sin que estuviéramos al tanto de la realidad de lo que ocurría a ciencia cierta en aquella zona.


En realidad nunca esperamos que las cosas llegaran a donde terminaron llegando; creíamos que las presiones que los americanos y toda la fuerza que habían reunido, incluyéndonos a nosotros, haría desistir a Iraq de abandonar aquel pequeño emirato petrolero que incluso, no sabíamos donde quedaba. Igualmente no tomaríamos conciencia en la que nos metimos hasta que no cruzamos el estrecho de Ormuz.


Acostumbrados a navegar en las aguas australes o a lo sumo en los cálidos mares del Brasil, no se podía dejar pasar esas grandes diferencias que cuando uno no las conoce solo dice, es algo similar a pero que en realidad cuando las comparas no se parece a nada conocido, y me refiero al calor. Nunca experimentamos un calor como el que vivimos ahí, era simplemente sofocante.


El mes de diciembre de 1990 fue realmente particular. Fue la previa para lo que se desataría el 16 de enero y una pequeña muestra de lo que se desplegaría en medio de una situación de alta confusión y muy poca información que entre otras consecuencias, desataría una crisis de nervios colectiva que pondría a prueba el carácter de cada uno de los que estábamos en esos barcos y cómo afectaría ello el desempeño en las tareas operativas.


A comienzos de ese mes entrabamos al golfo y nuestra primera impresión fue asombro no solo por el paisaje de esas aguas turquesa repletas de tiburones sino, por el tránsito marítimo incesante y las instalaciones portuarias árabes abarrotadas de embarcaciones que parecían ciudades flotantes. Sin saberlo, estábamos entrando a lo que más tarde sería el escenario de la guerra más cruenta de finales del siglo XX.


Solo como una pequeña muestra de lo que nos esperaba, se ordena que se pusieran a calibrar los cañones “Oto Melara” de 127 mm (si mi memoria no me falla) de las cubiertas y ejercicios de práctica de tiro para todo el mundo con las ametralladoras de 20mm. Si bien los primeros anduvieron espectacularmente, si hubiéramos dependido de las segundas habríamos estado en problemas.


Apenas entramos la radio informa nuestro primer destino, Emiratos Árabes Unidos. Era una visión espectacular pero por sobre todo era un alivio ya que muchos estábamos ansiosos de tocar tierra aunque más no fuera, para sentir suelo firme. Si no mal no recuerdo, llegamos en los primeros días de diciembre en momentos que se ventilaban noticias sobre una sublevación militar en pleno Buenos Aires, algo que se conoció masivamente por estos lugares como un reguero de pólvora.


Asimismo seguimos con nuestra rutina y a quien no le tocara guardia en esos momentos podía bajar para aunque más no fuese, a fumarse unos puchos y dar una vuelta por las dársenas del puerto de Sarjah. Una de las cosas que me acuerdo y que disipo los nervios que crecían a cada hora era la llegada del correo que traía el Sea Spray era sin dudas el momento que más esperábamos muchos. El resto del tiempo y quien podía aprovechaba la estancia y hacia “pacotilla”.


Otra cosa que me llamó la atención fue saber que había familias argentinas viviendo en Dubai y en el resto de la región de las cuales recibimos su atención y un inestimable apoyo moral. Solo se conoce esa extraña sensación cuando uno está muy lejos de su terruño y se potencia aun más cuando la incertidumbre flotaba en el aire. Pronto sabríamos o al menos tendríamos una idea de cuál sería nuestro rol en todo el espectáculo que se estaba montando.


El día 11 de ese diciembre las actividades comenzaron temprano. Los yanquis y australianos habían llegado con una fuerza de ataque liderada por el portaaviones “USS-Midway” y de solo verlo te daba cosa. Todo el mundo a sus puestos y a partir de ese momento, los nervios de los oficiales que ya estaban crispados, rompieron el techo de lo tolerable y volcaban su “cagazo” en una reunión con el jefe del “D-10” con los subalternos. Igualmente nosotros sabiendo muy bien cómo hacer nuestro trabajo, no tuvimos ningún problema al interactuar con los norteamericanos que además de buques enormes, portaban esos helicópteros que daba la impresión que pesaban diez toneladas.


Desde ese día todo fue ajuste y preparativos. El 13 se rompe la rutina y la actividad comenzó con todo. Nosotros con nuestros modestos recursos veíamos como desde el portaaviones “Midway” salían los F-4 Phantom y sobrevolaban sobre nosotros como parte de esos ejercicios para aceitar la coordinación entre todos los que participábamos. Impresionante era ver a esos gigantescos helicópteros “CH-53” y otros del tipo “Bell” como se suspendían sobre nuestras cubiertas para traslado de personal o dejarnos material informativo. Comunicaciones, maniobras navales y aéreas con nuestro helicóptero y acciones combinadas tuvo a mal traer a nuestros jefes; la tensión fue tal que podías verles llevar el culo entre las manos para no cagarse encima.

Fue si dudas una prueba de los yanquis para ver que tan capaces éramos.

Con el final del día, vino la calma y el ajetreo por fin termino. Quien pudo irse al catre lo hizo y quienes tuvimos que seguir arreglando algunas cosas no pudimos hacerlo hasta más tarde. A la altura del puerto de Fuyeirah nos cruzamos con el buque de servicio “USS-Walter S. Diehl” para reabastecimiento de combustible.

La rutina siguió y el 21 llegamos a Abu Dabi, donde seguimos trabando en los ajustes operativos y un día después llegan los yanquis y se estacionan junto a nosotros con el “USS-Midway”; simplemente impresionante. Las fiestas ya estaban ahí nomás y para cuando llego el 24, cayó piedra y nos honraron con su visita “Cohan, Romero y Oses” quienes se vinieron a sacar unas fotos con nosotros y a franelear con nuestros jefes mientras nos tuvimos que bancar a los “gallegos” que habían atracado con un destructor atracado cerca de nosotros, donde desde temprano sonó música, luces y mucho alcohol.


Para el 27 llegan los técnicos con los repuestos de la base Espora para los helicópteros “Alouette” que llevábamos en los hangares y a verificar al que se había accidentado. Con los repuestos llegaron cartas y encomiendas con algunos videos para ver a nuestras familias. Para todo esto, el ánimo era excelente. Los quince días interminables que vendrían de aquel enero de 1991, marcaría el ascenso de las tensiones y el nerviosismo que no discriminaba entre norteamericanos, australianos, canadienses o italianos”.




martes, 6 de junio de 2023

JAVIER VALENZUELA

 JAVIER VALENZUELA

La guerra del golfo Pérsico "no es la de las Naciones Unidas", pero es "legaV, afirma el secretario general de la ONU, el diplomático peruano Javier Pérez de Cueilar, en una entrevista publicada ayer por el diario francés Le Monde."Las hostilidades", dice Pérez de Cuellar, "han sido autorizadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ésta no es, sin embargo, una guerra de la ONU. No hay cascos azules ni la bandera de la ONU y yo estoy informado del desarrollo de la contienda tan sólo por los informes públicos de los aliados".

Pérez de Cuellar asegura que él no puede efectuar un llamamiento al alto el fuego, porque ésa es competencia del Consejo de Seguridad.

Según el secretario general de la ONU, él no se quejó ante Sadam Husein de la actitud norteamericana en esta crisis. "Lo único que le dije es que no estaba de acuerdo con la prohibición norteamericana del aterrizaje del avión de Tarek Aziz en Nueva York al comienzo de la crisis". El ministro de Exteriores iraquí ha pedido que la transcripciób de las conversaciones de Sadam Husein y Pérez de Cuéllar sea considerada documento oficial del Consejo de Seguridad y hecha pública.

GRISES DE LA GUERRA DEL GOLFO

 “ALGUNOS ASPECTOS GRISES DE LA GUERRA DEL GOLFO”


Deformaciones y desinformaciones sobre los factores, las circunstancias y las incumbencias que llevaron a la guerra del Golfo Pérsico en 1991


Por Charles H. Slim
Aunque hayan pasado décadas de aquellas nefastas horas de guerra, las consecuencias de todo aquello siguen retumbando no solo en la vida cotidiana de los mismos iraquíes que actualmente sufren por efecto de las consecuencias de aquella conflagración, sino también de todos los que han estado involucrados en las agresiones lanzadas tanto en 1991 como la perpetrada en 2003. La crisis que inicio todo esto, enmarcada en la anexión del emirato de Kuwait en agosto de 1990 por una vieja rencilla territorial heredada de las épocas del imperio británico, termino afectando sin lugar a dudas a la república Argentina.

En aquel entonces, el gobierno de Menem pese a simularlo, no estaba a la altura de aquellas circunstancias. Era evidente que más allá del decorado escenográfico y las formas al estilo norteamericano, no había manera que un estado con una crisis galopante y sincrónica pretendiera ejercer como el polo de poder del cono sur en una impostada postura de igualdad con Washington; pensar ello aún  hoy, es una total estupidez.  El gabinete de Menem no solo ignoraba su propia posición geopolítica y estratégica –tan incierta como la actual- dentro del concierto mundial sino que ni siquiera estaba al tanto de la real historia político y diplomático que vinculo a Iraq y Kuwait bajo la influencia imperial de Gran Bretaña y la Turquía Otomana.

No existe excusa aceptable para explicar aquello y aunque la hubiera, nada reparara el daño causado. Algunos cálculos conservadores señalaron que más de 200.000 iraquíes resultaron muertos[1] por aquella guerra lo cual acusa una aterradora magnitud en el empleo de la fuerza bélica, dejando en claro que nada de “preservación de la paz” tuvo la intervención argentina. 
Pese a que los analistas políticos y militares argentinos debieron haber interpretado el cuadro completo y sus posibles consecuencias, ello no parece haber ocurrido. Igualmente y pese a la peligrosidad que se confirmaría con creces un tiempo después, se sostuvo una participación que por las circunstancias y el tiempo en que se llevó adelante, no hubo dudas de que se trató de una decisión más vinculada a una oportunidad política estadual que a un supuesto (y largamente alegado) interés por la legalidad internacional.

Muchos son quienes han realizado estudios e investigaciones sobre la crisis que se desató el 2 de agosto de 1990 y la guerra iniciada el 16 de enero de 1991, y particularmente quienes con mayor detalle han realizado análisis sobre este conflicto han sido las Fuerzas Armadas de otros países de la región. Particularmente los brasileros (pese a su histórica alianza con EEUU) y los chilenos (Obsecuentes subalternos de Londres) han producido muchos informes académicos sobre la naturaleza de la crisis y cuáles fueron los verdaderos objetivos detrás de lo que terminaría siendo una guerra abierta de alcance regional y que tras el programado desenlace de la invasión de 2003 (propiciada por la Resol. 1441) actualmente tiene impacto internacional.  Según un estudio de un Memorial del Ejército de Chile, describe algunos de los puntos medulares que desato la crisis de 1990 y su evolución a la guerra abierta de 1991[2] señalando con claridad la naturaleza del conflicto.

Uno de los análisis se centra en la participación de la Armada Argentina que acusa una notoria envidia institucional que en realidad oculta la pregunta de ¿Cómo lo hicieron? Una pregunta que apuntaba a tratar de explicar cómo quedaba resto material para que la Armada casi desguazada pudiera operar en un teatro de operaciones bélico de ultramar.

Al momento de esbozar un desarrollo sobre el conflicto en sí, tanto chilenos como brasileros coinciden en que había otras incumbencias de interés por detrás de la supuesta y demencial decisión de Saddam Hussein que desde el relato mediático occidental, desafió a la comunidad internacional. Algunas de ellas refieren a intereses políticos, otros económicos y muchos otros geoestratégicos tanto regionales como internacionales. El particular marco en el que se produjeron los eventos desde el 2 de agosto de 1990 al 16 de enero de 1991 explica el desenlace. 

Si algo dejo en evidencia la campaña liderada por los EEUU fue la crisis del sistema de seguridad internacional que sin dudas, se vio propiciado por la implosión de la URSS que para esos momentos, además de abandonar la asistencia militar y estratégica a Iraq (profusa en la guerra fría) perdido –en parte por la inoperancia de Gorbachov- su capacidad de contrapesar decisiones políticas y militares como la tomada por Washington[3]. A la sazón queda claro que la idea de la intervención, no fue una determinación nacida en el ámbito del Consejo de Seguridad sino más bien, salió de una decisión del mismo presidente George H.  Bush de –aprovechando la invasión iraquí- poner en marcha la planificación de una política estratégica que ya se venía estudiando con mucho interés basada en la doctrina intervencionista mediante una guerra preventiva que muchos erróneamente adjudican a su hijo George W. Bush.

Muchas señales que en aquellos momentos nadie advirtió, dejaban en claro que el supuesto interés de la Casa Blanca por la legalidad internacional y los derechos humanos de los habitantes en el golfo escondía otros objetivos ya predeterminados.  La necesidad de deshacerse de un problemático Saddam Hussein que ya no revestía interés en apoyar por su inutilidad ante los rápidos cambios geopolíticos en Asia, el interés de Israel por desmantelar a cualquier costo a Iraq como potencia árabe regional (que podía alcanzar la capacidad nuclear) y sin dudas el interés de Washington –apoyado por los lobbies proisraelíes del Congreso- por ingresar al Golfo Pérsico para establecer bases militares permanentes en Arabia Saudita lo que supondría, el blanqueo de una estrecha, larga y oscura relación con Riad  que venía desde hacía décadas.

El argumento de que la crisis desatada el 2 de agosto tomo por sorpresa al mundo, es una verdad a medias. Tal como lo hemos señalado, Washington ya venía planificando un cambio de régimen en Bagdad y estaba al tanto de las incidencias ríspidas entre Kuwait y Bagdad de las cuales, tuvo preponderante injerencia –materializadas por la CIA-  para que se desatara el peor de los finales.  Así lo dejo en claro la controvertida entrevista de la embajadora April Glaspie con Sadam Hussein el 25 de julio de 1990[4] que dejó mal parado ante la opinión pública al mismo Departamento de Estado de James Baker.

Como se podrá advertir, Buenos Aires en aquellos momentos no analizó o no advirtió aquel complejo trasfondo que se escondía por detrás de la escenificada preocupación de la administración republicana de George H. Bush. Tampoco advirtió o peor aún ignoró el largo entuerto entre Iraq y Kuwait el cual –pese al impas por la amenaza iraní- seguía vigente. 

Aunque cueste entenderlo el control del petróleo no era en aquel momento el objetivo principal de Washington sino, una excusa más para generar una de las movilizaciones militares más importantes (y costosas) que culmino con el conflicto más destructivo de finales del siglo XX. A la distancia, se advierte que todo estaba previsto incluso desde antes de finalizar el conflicto con Irán (agosto de 1988), algo que a Saddam Hussein le quedó claro cuando pese al cese al fuego y la aceptación de la resolución 598 del Consejo General de Naciones Unidas la flota estadounidense no se retiró del Golfo la cual recordemos una de sus unidades, derribo un avión comercial iraní con 290 pasajeros el 3 de julio de 1988.

Otros factores que meritaron “rescindir el contrato” con Iraq, estaban basados en aspectos netamente comerciales y financieros que por gestiones impulsadas por  Bagdad dentro del grupo de la OPEP, amenazaban fastidiar el lucrativo y estratégico negocio del petróleo con pretensiones y reclamaciones que tanto los kuwaitíes, sauditas y estadounidenses no toleraban oír. Una de ellos fue la propuesta de Bagdad por adoptar  nuevos parámetros para comerciar y de dejar al dólar como moneda de cambio para el negocio del crudo algo de lo cual, Saddam seguiría insistiendo hasta su derrocamiento. Ello causo pánico en los sauditas quienes además de ser por aquel entonces los principales de EEUU en el negocio, estaban sujetos por aquel entonces, a acuerdos secretos vinculados a programas de inteligencia y las operaciones militares (Black Ops) occidentales en la región.

Sin dudas que el sistema de seguridad internacional fallo, pero ello fue concertado deliberadamente entre EEUU y su anterior contendor bipolar. En lo que hizo al papel de Naciones Unidas para tratar de preservar la paz claramente fue un fracaso rotundo ya que el mismo  secretario general de entonces Javier Perez de Cuellar se hizo a un costado de la crisis no solo reconociendo que “había en desarrollo una guerra” sino también,  dejando que la infraestructura militar estadounidense apoyada por una coalición Ad Hoc que intervino por conveniencias diversas, se hiciera cargo de las acciones sin control del organismo internacional.

El papel de Cuellar en aquellas horas fue tan nulo que llego a reconocer públicamente que “Esta no es una guerra de la ONU. No hay cascos azules ni bandera de la ONU y yo estoy informando del desarrollo de la contienda tan solo por los informes públicos de los aliados”[5].

A la distancia y de los elementos que hemos visto, la campaña sobre Iraq estaba predeterminada a terminar en una guerra, que además no estuvo controlada por la ONU. Al mismo tiempo, el gobierno argentino de entonces le quedó muy claro cuando pasadas las primeras horas del inicio de las hostilidad  se conoció la magnitud de lo que estaba ocurriendo y seriamente preocupados por la presencia de su misión naval dentro del Teatro de Operaciones, apresuraron la sanción de una ley que justificara su participación activa en lo que para ese momento era una guerra ya que según algunas fuentes anónimas de ese momento, auguraban la posibilidad de alguna baja en la misión.


[1] LEIVA, Leandro, Apunten a Bagdad. El Nuevo Orden Mundial al Desnudo. Ed. Agora, 1991. ISBN: 9509553-09-3
[3] GILPIN, Robert, “Guerra hegemónica y cambio internacional”. Guerra y cambio en la política mundial. (Cambridge: Cambridge  University Press, 1981, págs. 186-210.
[4] RED VOLTAIRE.org. “Provocaciones y pretextos para la invasión iraquí a Kuwait”. Por Ilía Krimniak. Publicado el 8 de agosto de 2010. https://www.voltairenet.org/article166674.html 
[5] EL PAÍS.com. “Pérez de Cuéllar: Esta no es la guerra de la ONU, pero es legal”. Por Javier Valenzuela. Publicado el 9 de febrero de 1991. https://elpais.com/diario/1991/02/09/internacional/666054024_850215.html

martes, 25 de abril de 2023

Relaciones carnales y la diplomacia parlamentaria menemista

 



Relaciones carnales y la diplomacia parlamentaria menemista

 Tiempo de lectura:8 minutos

“Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. Esta frase del manifiesto comunista sintetiza lo ocurrido con el peronismo bajo el liderazgo de Carlos Menem, Presidente de la República Argentina durante 1989 y 1999. Por primera vez hubo un líder dentro del movimiento que re-interpretó a Juan Domingo Perón y buscó aggiornar la doctrina justicialista. Ante un mundo convulsionado y tendencialmente unipolar, guio a Argentina a reconsiderar sus condiciones de existencia y relaciones recíprocas.

No es el objetivo de estas líneas reflexionar sobre la importancia del menemismo en la historia política argentina, pero sí nos proponemos analizar el inicio de su política exterior de alineamiento con Estados Unidos. Además, tomando el  debate que se generó entre senadores y diputados en torno al envío de buques al Golfo como caso de estudio, se pretende examinar de forma diacrónica el rol que ocupó el Parlamento argentino en el establecimiento de la agenda de política exterior en primera instancia, y también como “control” del Poder Ejecutivo en la misma materia. 

En  términos generales, la elaboración de la agenda de política exterior en países presidencialistas se encuentra primordialmente diseñada por el Poder Ejecutivo, aunque existen ciertos elementos que nos permiten analizar el rol de las legislaturas en la conformación de la misma. El principio de separación de poderes, la autonomía institucional, sumado a la elección separada del presidente y los miembros del Congreso, brindan las bases para sustentar la afirmación anterior.

Gary Cox, Scott Morgenstern y Leandro Wolfson han estudiado los procesos de toma de decisiones de los Parlamentos democráticos y elaboraron tres categorías de análisis en función de cómo interactúan y se relacionan con el Poder Ejecutivo. Dichas categorías son: a) generativa, donde las legislaturas forman y remueven gobiernos y, a su vez, cargan con la responsabilidad principal de la toma de decisiones y, por tanto, gravitan en el diseño de la política exterior; b) la posición del Parlamento puede ser proactiva, por la cual propicia y sanciona sus propias propuestas legislativas; y c) existe una modalidad reactiva que se limita a enmendar y/o vetar las propuestas del Ejecutivo. 

Ante esas categorías, los autores clasifican a los parlamentos latinoamericanos como eminentemente reactivos, considerando que el proceso decisorio en materia de política exterior es asimétrico, en tanto y en cuanto el Ejecutivo es el que propone medidas y confecciona la agenda de política exterior. Esto genera que la legislatura se vea como un actor fundamentalmente de control y legitimación de la política elegida por el Ejecutivo. Consideramos, entonces, que este marco teórico ilustra las particularidades de la política exterior del periodo.

Nuevo mundo, nuevo peronismo

El justicialista Carlos Saúl Menem accedió a la primera magistratura en julio de 1989, meses antes de uno de los hechos más trascendentales del siglo XX: la caída del muro de Berlín. Pese a que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) sobrevivió dos años más, este acontecimiento marcó el final de la Guerra Fría y propició una reconfiguración del sistema internacional, en donde la hegemonía de Estados Unidos, el capitalismo como modelo de producción y la democracia liberal como modelo político parecían haberse impuesto para siempre. Ante estos hechos de coyuntura, y a pesar de haber basado su campaña electoral en un regreso a “las bases” del peronismo —es decir, la doctrina de tercera posición—, el apoyo a la industria nacional y protección del Estado a los sectores vulnerables, la década de los noventa terminó por ser escenario de cambios profundos con respecto a la estructura económica nacional y, por sobre todo, la inserción internacional del país. La política exterior del período menemista presentó un fuerte viraje en relación a la política exterior tradicional Justicialista. 

Lo que Carlos Ecudé denominaría como “realismo periférico” fue el basamento teórico de la alineación argentina casi irrestricta y de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos. La adopción de este patrón de inserción internacional se vinculó especialmente con el contexto internacional. A modo ilustrativo, en 1992, Francis Fukuyama publica su polémico libro “El fin de la historia y el último hombre”, donde postula que la Historia, como lucha de ideologías, ha terminado, y que el mundo estará irremediablemente sujeto a una democracia liberal impuesta tras el fin de la Guerra Fría. 

Es posible que la élite dirigente argentina compartiera el diagnóstico de Fukuyama al propiciar el alineamiento con los Estados Unidos. Sucede que desde la percepción del gobierno, la única manera de resolver las dificultades de política interna, híper-inflación, inestabilidad y deuda externa, era lograr esta alianza estratégica y económica con Estados Unidos y los países desarrollados de Occidente.

Las medidas de apertura económica y reforma del Estado adoptadas desde inicios del gobierno menemista fueron la manifestación interna del ingreso al patrón de “relaciones especiales” con Estados Unidos. Los hitos del “alineamiento” en materia de política exterior fueron: la desactivación del proyecto misilístico Cóndor II, la ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC),  y el retiro del Movimiento de Países no Alineados, entre otras.

Sin embargo, la participación argentina en la Guerra del Golfo a partir de septiembre de 1990 es la acción que se constituyó como la primera medida trascendente que demostró la adopción de dicho patrón en el ámbito externo. Esta participación se dió en el marco de una fuerza de coalición integrada por 34 países, entre ellos la Argentina, y liderada por Estados Unidos. La misma fue autorizada por las Naciones Unidas y, entre el 2 de agosto de 1990 y el 28 de febrero de 1991, se enfrentó a la República Irak en respuesta a la invasión y anexión del Estado de Kuwait.

Fantasmas del pasado marcan la política exterior

En el inicio, y de acuerdo a la tradición histórica peronista en materia de política exterior —alineación occidentalista pero no automática—, el gobierno argentino se mostró renuente a la alternativa de un envío inmediato de tropas a la zona en conflicto hasta que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas así lo requiriese. Finalmente, primó la importancia del envío inmediato de tropas al Golfo como un “gesto” hacia a los Estados Unidos. Imperaba aquí la necesidad de no repetir “errores del pasado”: los ideólogos de la política exterior menemista sostenían que la tardía declaración de guerra por parte de la Argentina al Eje en 1945 le costó un tratamiento muy diferente al que tuvo Brasil por parte del vecino del Norte. Se consideraba que para obtener beneficios materiales concretos era necesaria una acción rápida de alineamiento. 

El 18 de septiembre de 1990, el Canciller Domingo Cavallo anunció la partida de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas argentinas a la zona de conflicto, con la promesa de no ejercer acciones bélicas directas, salvo en situación de defensa. De esta manera, el gobierno nacional daba el primer paso certero en el camino de la nueva política exterior. Ante esto, el Congreso de la nación reaccionó en forma adversa, pues formalmente no fue consultado sobre semejante decisión, ni participó en el diseño de la política exterior. 

Reacción del Congreso

Como ya hemos analizado, el presidente Menem se involucró claramente en la elaboración de política exterior concentrando muchas de las decisiones  trascendentales en su persona. Guiado entonces por el convencimiento acerca de la necesidad de definir una nueva inserción para Argentina en el orden mundial, envió buques de guerra sin esperar la autorización parlamentaria obligatoria prevista por la Constitución. Dicha decisión se relacionaba con la esperada oposición que plantearían las bancadas de la UCR y el Partido Justicialista en el Congreso. 

Esta presunción oficial se confirmó, ya que rápidamente el Congreso se mostró “reactivo” a la decisión presidencial. Por ejemplo, la iniciativa del ex-Canciller radical y entonces diputado Dante Caputo de interpelar a los ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores, Humberto Romero y Domingo Cavallo, para que informaran verbalmente en la Cámara Baja las razones del envío de tropas. Incluso, el bloque de senadores del Justicialismo demostró su disconformidad.

Sintéticamente, se identificaron dos grandes planteos dentro del Congreso. Por un lado, un sector mayoritariamente oficialista reclamaba por la unilateralidad de la medida y la no consulta al cuerpo más que por la cuestión de fondo, a saber, el modelo de inserción y política exterior no era cuestionado. Por otro lado, la oposición, encarnada principalmente en la UCR, no sólo se manifestaba en contra por las cuestiones de forma, sino también por la cuestión de fondo, ya que cuestionan la no-consulta al Congreso y el perfil de de la política exterior del gobierno. 

Según la visión de Unión Cívica Radical, el diagnóstico sobre los cambios internacionales difirió de la visión unipolar y exenta de conflictos del oficialismo. Planteaba que el fin de la bipolaridad generaría necesariamente un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre los países “del Norte”, por lo que nuevos conflictos, principalmente de naturaleza económica, comenzarían entre los países del norte y del sur. Así, Argentina debía posicionarse defendiendo sus “intereses nacionales” y alinearse con el “tercer mundo”. En síntesis, pregonaban una política exterior occidentalista, tercerista y no alineada, en contraposición a la política exterior oficialista: occidentalista y alineada. Finalmente, y debido a la presión parlamentaria, el 13 de diciembre, el canciller Cavallo anunció que las naves argentinas que se encontraban en el Golfo Pérsico regresarían al país a finales de enero “por una necesidad de rotación natural y de recambio de personal”. 

Entendiendo que las reticencias existentes en el Parlamento eran importantes, se subordinó el envío de otras naves argentinas a la autorización del Congreso para su intervención en un eventual conflicto bélico. Un tiempo después, el presidente Menem reiteró a los miembros del Parlamento la necesidad de un urgente análisis parlamentario por la presencia de las tropas argentinas en el Golfo Pérsico. 

En efecto, se demostró que, aunque el presidente lo consideraba como una medida axial de su política exterior, el envío de buques al Golfo requería, en última instancia, el apoyo y la legitimación del Congreso. El 23 de enero de 1991, la Cámara de Diputados aprobó la permanencia de las naves en términos de “apoyo logístico” a las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos. De este modo, el poder Ejecutivo consiguió la ratificación parlamentaria.

Consideraciones finales

Si bien el rol del Congreso fue eminentemente reactivo,  porque la gestión directa de la política exterior permaneció en el manos del poder Ejecutivo, los legisladores utilizaron distintas vías indirectas para influir en las decisiones. Y, aunque el Congreso no participó directamente en la formulación de la agenda de política exterior, terminó por validar la misma no sin antes condicionar la actitud del poder Ejecutivo. 

Como quedó plasmado en el debate parlamentario entre los dos principales partidos políticos (Justicialismo y UCR), no solo se debatió la medida concreta de enviar buques al golfo. También el centro del debate fue la inserción externa y el modelo de política exterior a aplicar en los próximos años. Una negativa del Congreso en el envió de buques al Golfo hubiese, cuanto menos, retrasado la aplicación de la nueva política exterior nacional, pues hubiese quitado legitimidad al oficialismo. 

Por último, se entiende que el Congreso fue efectivo en “presionar” al poder Ejecutivo, que, luego de actuar unilateralmente, debió enviar un proyecto de ley al Congreso para legitimar su acción inicial. Por consiguiente, se aprecia que el Congreso tuvo un rol reactivo, pero fuertemente participativo. Amén de que la resolución de la “controversia” haya sido favorable para la agenda del Ejecutivo, ello no resta importancia a la acción central que tuvo el Parlamento en la legitimación de la política exterior argentina durante el menemismo.

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